miércoles, 9 de abril de 2014

Bareback: desprotección consciente frente al VIH

En otro artículo "Las protecciones imaginarias contra el VIH", conté que hay mecanismos inconscientes en una relación sexual que inciden para desprotegerse del VIH. En este artículo voy a referirme al caso en que la desprotección es asumida, e incluso preferida, por los participantes. Aunque esta práctica es algo tan corriente en las relaciones heterosexuales como en las homosexuales, su problematización sistemática sólo se ha producido en este último caso, por eso, ni siquiera hay un vocablo que se refiera a la desprotección en las relaciones heterosexuales. Considero que esto se debe al menos a dos factores: uno cultural y otro biológico.
En lo cultural, el régimen de sexualidad construido en el siglo XIX estableció un régimen binario, jerarquizando al hombre por encima de la mujer y a la heterosexualidad por encima de la homosexualidad. En tal marco, resultaba indispensable anular cualquier rol sexual a la zona anal, idéntica en hombres y mujeres: su participación en la sexualidad quedó inmersa desde el siglo XIX en la categoría de lo abyecto. El coito anal fue negado en las relaciones heterosexuales y en cambio, fue tenido como propio de las relaciones entre hombres, en las que se estigmatizó sobre todo al penetrado, por tomar un rol similar al de la mujer. Aunque los medios anticonceptivos permitan que el coito vaginal ya no produzca un embarazo, permanece en el imaginario social la idea de que el coito anal es de otra categoría porque forzosamente no es procreativo. Esto incide para que aun hoy se problematice más la penetración sin condón entre hombres que entre hombres y mujeres.
En lo biológico, la mucosa rectal es mucho más delgada que la vaginal, lo que la hace más permeable al paso del virus al torrente sanguíneo, por eso hay más transmisiones del virus en coito anal que en coito vaginal. Como el recto carece de lubricación, es más factible su desgarro durante el coito, además, el semen tiene sustancias que reducen la inmunidad. Todo ello aumenta las posibilidades de transmisión del virus, de ahí la importancia de usar condones y lubricante hidrosoluble en la penetración anal, cualquiera que sea el sexo de los intervinientes.
                                                      

          
Bareback
En 1995 surgió en el mundo anglosajón el término bareback –vocablo que en el ámbito del rodeo significa cabalgar sin montura- para designar la penetración anal sin condón entre hombres. Etimológicamente, "bare" significa "desnudo" o "al descubierto", y "back", "espalda" o "parte trasera". Años después el vocablo se ha difundido al castellano y otros idiomas, veamos qué significa.
Los estudios sobre el tema se centran en la población occidental, blanca, urbana y que se autodefine como gay, excluyendo a los hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Dichos estudios apuntan más a las motivaciones individuales del bareback, desdeñando los condicionantes sociales y culturales. Fuera de Occidente, este hecho no fue investigado, dejando fuera los estados donde la homosexualidad está más reprimida.
Al buscar una definición común en estos estudios, todos coinciden en la intencionalidad de las relaciones anales no protegidas, a las que se les agrega un contexto de riesgo, por ejemplo: no es bareback el coito entre dos seronegativos constatados.
Por otra parte, el término ha evolucionado: algunos gays definen bareback o barebacking como cualquier penetración sin condón. En cuanto identidad, algunos autores sostienen que barebacker designa una identidad sexual caracterizada por resistir a las normas de comportamiento, sobre todo a la del empleo del preservativo. Para otros, da una identidad social que facilita el encuentro entre hombres que prefieren el sexo no protegido, quienes a veces usan el término “raw”, que significa “a pelo” o “al natural”.




Niveles de bareback
Sáez y Carrascosa[1] señalan tres niveles de práctica del bareback.
En el primero, hay algunas comunidades que lo realizan de forma clara, insistiendo en la prevención de una posible infección por VIH, basada en la selección de parejas sexuales según su estatus respecto al VIH (serosorting). Preconizan así que se conozca el estatuto serológico de cada persona en el momento del acto sexual, buscando el encuentro entre seronegativos o entre seropositivos. Los autores lo reseñan como más extendido en comunidades con una alta tasa de seropositivos. Aunque se debate sobre la posibilidad de una reinfección entre seropositivos, se han detectado pocos casos hasta ahora como para inhibir la práctica.
¿Sirve el serosorting para evitar la infección? Poco: al existir un período de ventana en el que un individuo puede contagiar el VIH pese a que el test da negativo, no es nada seguro. Por otro lado, tampoco es usual preguntar abiertamente esta cuestión, por lo que se suele recurrir a signos exteriores. Ahora bien, guiarse por la apariencia física tampoco da suficientes garantías. Además, favorece situaciones de rechazo a las personas seropositivas, que describen experiencias de haber sido súbitamente abandonadas al revelar su estado, después de haber insistido en el empleo del condón. De esta manera, el serosorting estaría alimentando la serofobia y la discriminación.
El segundo nivel, lo que predomina es la negación y la ignorancia: muchos barebackers evitan realizarse el test y desconocen su estado serológico, soslayando las consecuencias que pueda tener para su salud y la de los demás la práctica de sexo sin preservativo. Son muchos los hombres que descubren su seropositividad tras un ingreso hospitalario, como elevado es el porcentaje de población que es seropositiva y lo ignora.
El tercero es muy minoritario, y está integrado por personas que desean ser infectados por el VIH, sea por la angustia que les supone hacerse periódicamente el test o por otras causas.
Salvo en el último caso, excepcional, no hay indiferencia total frente al riesgo, sino una adaptación de los consejos médicos de acuerdo al grado de riesgo que cada uno considera soportable, lo que incluye por ejemplo, evitar la eyaculación en el recto.

¿Hay una progresión de la infección por VIH en la población homosexual? Al consultar los resultados epidemiológicos, observamos que en un estudio español que mide la incidencia de la infección por VIH en personas que acuden voluntariamente a centros de detección de ITS, entre 2000 y 2010, se observa que, al realizarse por primera vez el test del VIH, la proporción de hombres con prácticas homosexuales infectados pasó del 31,6% (109 positivos) en 2000, al 73,6% (376 positivos) en 2010, es decir que aumentó en términos relativos y absolutos. El mismo estudio midió lo ocurrido en las revisiones periódicas, evidenciando el mismo fenómeno: la proporción de hombres con prácticas homosexuales que dio positivo, pasó del 45,7% del total de los revisados seroconvertidos en 2000, al 81% en 2010 [2]. Que la población homosexual esté cada vez más alcanzada por la infección, se repite en todos los estudios, que muestran que la epidemia crece entre los hombres con prácticas homosexuales, mientras retrocede en los demás sectores, lo que obviamente está relacionado con la práctica del bareback. Veamos ahora qué elementos están en juego en la realización de esta práctica.



Factores que intervienen en la práctica del bareback.
Los investigadores han señalado varios factores, y los han clasificado como estructurales, comunitarios, interpersonales e individuales.
Los estructurales incluyen la homofobia social y la interiorizada, pues ésta, potencia la baja autoestima incrementando la vulnerabilidad de los homosexuales al VIH, al que se toma como un castigo más por ser homosexual. Se crea así un nuevo estigma que se suma a los precedentes. El fatalismo lleva a algunos a creer que devenir seropositivo es algo inevitable para un gay, lo que dificulta aun más la protección.
También se señaló la necesidad de transgresión frente a la imposición del condón que se siente llegar desde la sociedad como un control de la sexualidad homosexual. Están además presentes tanto el éxito de los tratamientos antirretrovirales, pese al alto costo de los mismos, como la existencia de redes sociales en Internet que favorecen el encuentro de los adeptos a esta práctica, difícil de proponer cara a cara. Y esto, a pesar de que ya habido casos en que alguna página de encuentros ha sido cerrada.
Entre los factores comunitarios, señala, por un lado, la evolución del sentimiento de responsabilidad sobre la epidemia, que se ha deslizado desde la colectiva a la individual, y, por otro, campañas preventivas mal planteadas[3], cuyo fracaso es evidente, a lo que me referiré luego.
Entre los factores interpersonales, subraya lo erótico y simbólico atribuido al semen, el valor dado a la intimidad, que algunos ven disminuida con el uso del condón, y las características reales o supuestas de los partenaires, antes mencionadas.
En referencia a factores individuales, destaca la importancia de ser seropositivo, porque se practica más bareback en ese colectivo, entre otras razones porque el temor a la reinfección es muy inferior al que provoca la seroconversión, pero también por la exclusión que provoca el serosorting. Otros factores son la búsqueda de placer sexual y las dificultades en la erección que puede potenciar el preservativo, a los que se suma la creencia absurda de que el bareback es una práctica que afirma la masculinidad, corolario del rol de género que la asocia al riesgo, la fuerza, la violencia, el peligro, etc. Existen asimismo homosexuales que se creen a salvo si sólo son activos, lo que es un error. Otros trabajos mencionan la compulsión, y la atracción por el riesgo, que es erotizado.


Campañas de prevención
Delrío y Baya han analizado las campañas españolas y destacan –entre otras cosas- que no tengan destinatarios concretos y acentúen la idea de grupos -en vez de prácticas- de riesgo. Critican también que hagan demasiado hincapié en un estereotipo de varón homosexual joven y deportista, como si los que no lo son no estuvieran igualmente expuestos al virus, excluyendo en especial a los varones heterosexuales y a las mujeres en general.
Ellos observan un tono moralizante donde parece que la causa de la transmisión radica en la promiscuidad y no en la penetración anal desprotegida. Las campañas que presentan la monogamia como una protección, dejan de hecho, la responsabilidad de la propia salud en otra persona. Esos investigadores sostienen que el trasfondo es no ofender la “moral”. Suponen que si se explicara como proceder en el coito anal, sería tomado por sectores conservadores como una medida casi publicitaria de tal práctica. Al no hacerlo, quedan excluidos todos aquellos HSH que no se reconocen en la imagen del joven y atlético gay propuesta por la publicidad[4].
Carrascosa y Sáez, también preconizan campañas centradas en la protección durante la penetración anal, independientemente del rol y del sexo de los participantes, como modo de que puedan llegar a concernir a todos los que las necesitan. Destacan que la estigmatización histórica y actual de quien escoge el rol pasivo debe revertirse para propiciar el fin de la homofobia específica que padecen, y facilitar así el autocuidado de quienes gozan en ese rol.

Conclusión
Cada persona es responsable de su propia salud. Es inútil, además de injusto, depositar esa responsabilidad sólo en los seropositivos, máxime cuando muchos de ellos ignoran su estado. Y es que creer que si el otro es seropositivo, nos lo va a decir, es una creencia falsa. Más aun cuando muchas veces ese otro sufrió en carne propia que lo dejaban solo después de decirlo. Cada uno es responsable de su propia salud, lo que implica también conocer su estatuto serológico. Por eso, la realización del test debe ser alentada, ya que aunque el resultado fuera positivo, saberlo ayuda a elegir el mejor tratamiento para uno mismo y permite limitar la expansión de la infección. Existen actualmente centros de detección inmediata en las grandes ciudades, lo que acorta la espera del resultado.
Por otro lado, creer que da lo mismo ser seropositivo que no serlo, es un error, aunque este es un tema pendiente para otro artículo. Y si se produjo un accidente, la infortunada rotura del condón en medio del coito anal entre personas de distinto estatuto serológico, existe la profilaxis post exposición, que debe ser demandada en los servicios de urgencia de los hospitales.

Mario Gatti
mariogatti.gestalt@gmail.com

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