miércoles, 21 de mayo de 2014

El precio imposible de la cura de la hepatitis C.

Los nuevos tratamientos para la hepatitis C son muy eficaces pero su...
Los nuevos tratamientos para la hepatitis C son muy eficaces pero su precio es muy elevado. EL MUNDO
JOSÉ LUIS DE LA SERNAMadrid
La sociedad sabe poco de la importancia que tiene la hepatitis C. Sin embargo, esta afección hepática es un problema global con tanta repercusión en la salud, o más, que la que tiene el VIH, la tuberculosis o la malaria. El virus de la hepatitis C (VHC) está presente en 140 millones de personas en el mundo, ya que tiene una prevalencia -según estimaciones muy conservadoras- del 2% entre la población. Es un infección indolente que se alberga mucho tiempo en el hígado y tarda a veces 20 años en dar síntomas. En el momento actual es responsable de un porcentaje muy elevado de cirrosis hepática y de cáncer de hígado.
En EEUU probablemente hay 3,2 millones de personas infectadas. En España quizá 700.000. En algunos países del norte de África, y en el sudeste asiático, la incidencia es mayor. Causa unas 500.000 muertos al año. Hasta ahora, los enfermos con hepatitis C no tenían un tratamiento realmente eficaz y -sobre todo- razonablemente tolerado. Ahora sí.
Los avances en los últimos años en la investigación de fármacos antivirales potentes ha obtenido frutos y ya hay dos nuevos medicamentos que curan la hepatitis C en un altísimo porcentaje de los casos. Habrá algunos más pronto. Y lo hacen sin apenas efectos secundarios y en tres meses. Los expertos opinan que la llegada de estos antivirales es uno de los mejores logros de la industria farmacéutica en mucho tiempo. Basta repasar los estudios que han publicado las grandes revistas médicas del mundo para percibir queel drama de la pandemia de la hepatitis C puede reconducirse.

Una barrera importante

Sin embargo, no todo es alegría. El precio, al menos en EEUU, de esta terapia tiene muy preocupados a las autoridades sanitarias. Noventa días de tratamiento de una pastilla diaria cuestan en ese país entre 60 y 80.000 dólares. A casi 1.000 dólares la píldora. Incluso allí, relativamente acostumbrados a que la sanidad valga una barbaridad (se gastan el 17% de un gran producto bruto en medicina), han sonado las alarmas ya que la cifra de tratar a un porcentaje razonable de los estadounidenses afectados (sobre todo, los que tenga mayor afectación hepática) es exorbitante.
Donde también hay mucho revuelo con el precio de estos descubrimientos es dentro de la Organización Mundial de la Salud(OMS). El 80% de los infectados por el virus vive en países de renta baja o media. No habrá forma, si se barajan esos precios, de que esas terapias lleguen a quienes más las necesitan.
De la misma manera que en su día hubo un intenso debate acerca del precio de los nuevos antirretrovirales (que controlan la infección por VIH), ya que su adquisición era imposible para los países en los que se concentraba la mayor prevalencia de infectados, ahora se vislumbra otro muy similar con el tratamiento de la hepatitis C.
En el New England Journal of Medicine -la revista en la que ha visto la luz la mayoría de los trabajos que certifican la excelencia de las nuevas moléculas anti VHC- también se están publicando editoriales y opiniones sobre qué es lo que se puede hacer con esta controversia.
Lo más probable es que tarde o temprano pase lo mismo que ocurrió con los fármacos que controlan el sida. Salvo en los países en los que el precio de los medicamentos es libre, los laboratorios van a tener que pelear la etiqueta de su producto contra el VCH ministerio a ministerio.
Parece, por ejemplo, que Egipto -que tiene una prevalencia de infección por VCH muy elevada- ha logrado ya un acuerdo en el que se rebaja la factura de estos fármacos de forma radical. Otros países intentarán conseguir acuerdos parecidos. El precio en sufrimientos, vida y gastos sanitarios de la infección por el VCH es muy alto. Cualquier cosa que palíe tanto coste debe ser contemplada. Lo que ocurre es que muchas veces no existen los recursos financieros para poder hacerlo. Las arcas públicas o privadas tienen todas un techo.

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